lunes, 28 de mayo de 2012


Niñez en riesgo

Maltrato infantil

Las estadísticas muestran un importante aumento en las denuncias de violencia familiar contra menores. ¿Qué se puede hacer para prevenir esta situación? Historias de jóvenes que lograron escapar de este fantasma y hoy sueñan con poder formar una familia sana y feliz
Marcos todavía le cuesta entender lo que le tocó vivir. La violencia física y psicológica que ejercía su abuela sobre él, la indiferencia de su madre, la inexistencia de un padre, generaron una falta de contención que lo empujó a la calle. "Ahí, la cosa cambia de color y tenés que elegir, pero con 10 años y sin alguien que te guíe bien elegís lo peor", cuenta Marcos. Hoy es un joven de 22 años, que gracias a un programa de contención y a su propio esfuerzo trabaja, vive solo y sigue tratando de mejorar su vida.
Pero Marcos no es un caso excepcional, sino uno más de los miles de niños que a diario son maltratados por alguien de la familia. En lo que va del año, el programa Las Víctimas contra las Violencias, que depende del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, a cargo de Eva Giberti, ya ha detectado al menos 270 casos de violencia contra chicos.
En la Capital, de las casi 4500 llamadas que recibió en 2007 la Línea de Asistencia a la Infancia y la Adolescencia (102), el 79 por ciento fue por denuncias sobre negligencia y maltrato. Las cifras reales son mucho mayores, si se tiene en cuenta que sólo se denuncian dos de cada diez casos.
En la provincia de Buenos Aires, las denuncias recibidas en las comisarías de la mujer y la familia sobre maltrato a menores de 21 años aumentaron un 56 por ciento el año pasado, respecto de 2006. A través de las defensorías zonales de la provincia, se tomaron al menos 1000 medidas de protección de derechos de víctimas de violencia familiar en 2007.
Aunque no hay estadísticas oficiales en cuanto al maltrato infantil en el nivel nacional, según los datos de la Subsecretaría de Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia, en 2007 se recibieron casi 3300 denuncias de violencia familiar, que involucra la agresión física y psicológica de menores.
En el nivel mundial, las cifras son todavía más alarmantes: según Unicef, 275 millones de niños al año sufren distintos tipos de violencia.
"Si bien los números son terribles, hay que pensar más en la realidad: estamos hablando de criaturas indefensas que viven una constante situación de violencia", dice Karina Pincever, directora del Programa Ieladeinu, que trabaja con niños víctimas de violencia. A ese programa llegó Marcos a los 13 años.
"Al principio no entendía qué hacía ahí, pero prefería estar en el hogar a pasar los días en la calle con malas juntas , robando o buscando droga", cuenta Marcos. El joven tiene recuerdos de su infancia como una época en la que regía el "todo vale". Salía con un grupo de compañeros del colegio a hacer maldades. "Era nuestro juego -dice Marcos-. Otros niños hacen deportes o miran la tele, nosotros robábamos, sin entender las consecuencias."

¿QUÉ ES EL MALTRATO INFANTIL?

Para muchos, el maltrato es la acción de golpear al menor. Sin embargo, este flagelo abarca mucho más. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el maltrato infantil es "cualquier acción u omisión de acción que viole los derechos de los niños y adolescentes". Es decir, hacer y no hacer respecto del cuidado del niño, puede convertirse en una forma de maltrato.
El abandono o negligencia, y el maltrato emocional también son formas de violencia, según sostienen los especialistas. "El maltrato psicológico y el trato humillante son la primera manifestación de la violencia hacia el menor", dice el presidente del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Sergio Sanmartino. "Primero es la violencia verbal, después viene el maltrato físico", aclara Sanmartino.
Así lo cuenta Sofía, una joven de 17 años que fue derivada por el juzgado a uno de los hogares de la Fundación Juanito, que también trabaja con niños maltratados. "Yo no entendía qué le pasaba a mi mamá, me daban miedo sus gritos -recuerda Sofía-. Ahora sé que era el alcohol lo que la alteraba. Después de los gritos empezaron a venir los golpes", dice la joven.
Muchos de los menores que llegan a estos hogares tienen grandes signos de abandono físico, sin que necesariamente se haya llegado al golpe. "Algunos de los niños son traídos al programa con un peso muy por debajo de lo normal, sucios y con una notoria carencia de afecto", señala Pincever.
Una tercera etapa, y con consecuencias físicas y psicológicas aún más graves, es el abuso sexual. "Si hubiera cifras que reflejaran la realidad en este aspecto, serían terriblemente altas", dice la directora del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, Nora Shulman.
Un estudio realizado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina, junto con la Fundación Arcor en 2007, investigó los distintos tipos de castigo físico y humillante que más ocurran en la Argentina. Los resultados sostienen que en los hogares con niños de entre 0 y 5 años, los castigos más utilizados son principalmente las penitencias (65,1%), los retos en voz alta (65%), los golpes, cachetazos y chirlos (31,8%) y en menor medida las agresiones verbales (9,1%).
El maltrato se manifiesta de muchas maneras y todas ellas vulneran los derechos del menor protegidos por la Convención Internacional de los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1989, e incorporada a la Constitución Argentina.
La mayoría de los casos sólo salen a la luz cuando alguien detecta las evidencias físicas del maltrato en el menor. "Por lo general son los maestros quienes se dan cuenta de la situación, cuando el niño empieza a faltar sin excusas válidas, y aparece con golpes en distintas partes del cuerpo", indica Sanmartino.

CADENA DE VIOLENCIA

¿Qué es lo que lleva al adulto a descargar su violencia sobre un niño indefenso? Las explicaciones son muchas y Sin embargo, puede señalarse un aspecto básico: los adultos violentos han sufrido violencia en su pasado.
Según una investigación realizada por el Programa Ielaidenú con niños maltratados y sus familias, en el 90 por ciento de los casos los padres fueron a su vez maltratados durante su infancia.
Por eso los especialistas recomiendan trabajar en conjunto con la familia. “Hay que pensar que los padres también fueron víctimas”, dice Mónica Basualdo, una de las responsables del Hogar Juanito. Basualdo sostiene que no se puede negar el pasado del niño, sino que hay que trabajar para evitar que esa violencia se repita y, en lo posible, que los padres también se recuperen.
“La historia de la propia infancia se considera uno de los factores de más alto riesgo en las posibilidades de llevar adelante adecuadamente la educación y la crianza de los hijos”, sostiene María Inés Bringiotti, de la Asociación Argentina de Prevención del Maltrato Infanto-juvenil (Asapmi).
Marcos aún hoy, después de pasar diez años en un hogar, conseguir trabajo, independizarse, y lograr algunas de sus metas, sigue preocupado por la posibilidad de repetir su pasado violento. “Intento evitarlo, pero es algo que uno se trae del pasado y siempre tengo miedo de no poder controlarlo”, se lamenta Marcos. Perdió a su pareja porque se asustaba de sus salidas violentas como, por ejemplo, romper algún objeto o gritar para descargarse.
A pesar de todo está convencido de que no va a repetir lo que le hicieron a él. “Todo lo que hago tiene como objetivo estar lo suficientemente seguro como para criar una familia con mucho afecto y sin violencia”, dice el joven.

UNA TAREA DE TODOS

La sociedad civil, la escuela y los medios de comunicación son tres actores fundamentales para actuar en contra de la violencia hacia los niños. “La falta de valores que experimentamos hoy es una de las grandes causas del maltrato hacia los niños”, opina Marta Dávila, de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
En eso coincide también la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). “Es frecuente que los niños maltratados incorporen modelos violentos”, dice Paola Vessvessian, de la Senaf. “Si además se identifican con el agresor, es posible que ejerzan violencia sobre otros, cuando no la vivencian en su cotidianidad sobre sí mismos”, aclara.
La violencia en la televisión, la indiferencia ante las evidencias cada vez más alarmantes, la negación social de este flagelo que afecta a los niños es lo que los especialistas sostienen que hay que erradicar.
Según los representantes de Periodismo Social, los medios “tienen un potencial comprobado en la promoción de derechos de niños y niñas” y pueden contribuir para hacer visible el problema del maltrato infantil, “desnaturalizando estos hechos y mostrándolos como un fenómeno psicológico y social complejo, antes que como un flagelo inevitable”. Pero el trato mediático de estos temas también puede generar el efecto contrario. Gisela Grunin, de Periodismo Social, sostiene que esto sucede cuando los medios “ponderan el aspecto más morboso de los hechos, y cuando revelan datos o muestran imágenes que identifican a las víctimas”.
Las víctimas del maltrato también identifican la “mala prensa”. Matías, un joven que vivió el maltrato en su familia y que hoy es parte del Hogar Juanito, no está de acuerdo con la manera en que se cubren los hechos de violencia hacia los menores.
“Para los periodistas es algo que pasa lejos, que sólo se publica cuando es un caso extremo, y que pierde importancia a los pocos días –dice el joven, de 17 años–. Pero para nosotros es algo muy real, que vivimos todos los días.”
Si bien hay muchos casos en los que los niños son los protagonistas de la violencia hacia otros, incluso en ese punto, sostienen los especialistas, hay que considerar a los pequeños agresores como víctimas. Además, la violencia ejercida sobre los menores es mayor que la ejercida por parte de ellos.
Según el monitoreo de noticias sobre infancia y juventud que realiza, desde 2004, el Capítulo Infancia de Periodismo Social en los principales diarios del país, las notas en las que se relatan hechos sobre niños o niñas víctimas de diferentes tipos de violencia quintuplican las notas en las que aparecen como agresores.
También la escuela debe responsabilizarse por la violencia hacia los niños, y actuar para evitar que se difunda. “A veces, las instituciones están desbordadas, y cuando un nene se porta agresivamente deciden echarlo del colegio –dice Pincever–.
Pero cuando los chicos son violentos, hay que pensar que eso es el signo de que algo les está pasando a ellos”, agrega la especialista.

SOCIEDAD CIVIL

La presidenta de la Fundación Nuestras Manos, María Lourdes Molina, también sostiene que es la sociedad civil organizada la que debe actuar para evitar la violencia hacia los niños. “Debe convocarse a profesionales de las distintas disciplinas e ir preparando a los estudiantes de los últimos años de las carreras de Trabajo Social, Psicología, Psicopedagogía, Medicina, Psicología Social, entre otras”, dice Molina.
Sofía, Matías y Marcos se muestran dispuestos a no repetir lo que ellos vivieron. Los tres pelean por su futuro y sueñan con una familia, con hijos a los que puedan brindarles el afecto que ellos no recibieron de sus padres.

CONTACTOS

SALIR DEL CÍRCULO

Con mucho esfuerzo y sobre todo con el apoyo de la sociedad, los niños que sufren maltrato pueden salir del círculo de la violencia. Matías, del hogar Juanito, cuenta que al alejarse de su familia y entrar en la fundación, conoció nuevas formas de trato. “Para mí lo normal era la relación violenta; acá aprendí que existe el afecto”, dice el adolescente. Pero para que esto sea posible, muchos especialistas sostienen que es fundamental trabajar en junto con la familia.
El Programa Ielaidenu, por ejemplo, trabaja primero con el menor dentro del ámbito familiar, y sólo lo saca de su casa si considera que corre peligro. “Trabajar para que la familia misma deje de ser violenta es muy difícil, pero es fundamental si queremos romper la cadena de violencia”, dice la directora del programa.
“Abrazá y no pegues”, es el lema que adoptaron los chicos del Hogar Juanito. Para Marcos, es un desafío por el que todavía está atravesando. “Necesito confiar en mí, saber que nunca voy a levantarle la mano a mis futuros hijos –dice–. Y cuando esté seguro de eso, sé que voy a tener una hermosa familia.” 

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